Nos creemos que las cosas pasan a los demás, hasta que nos pasan a nosotros. Y es algo muy habitual con las enfermedades. Hasta que no vemos las orejas al lobo no nos preocupamos de nosotros. Y es algo que siempre nos ocurre con la salud bucodental. Pensamos que lo de muelas podridas, lo de encía que sangran o dientes que se caen pasa a los demás. ¿Yo ir al dentista? Para qué, si tengo una dentadura perfecta. Pues al final, el lobo acaba por presentarse en nuestra misma boca.