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La adicción a las nuevas tecnologías, la dependencia silenciosa.

Hay personas que pasan todo el día enganchados al móvil. Aislados de la familia, los amigos y el entorno. Siguiendo de forma compulsiva las redes sociales o consumiendo sin criterio, durante horas y horas, videos y contenido suministrado por internet. Se considera algo normal, pero se trata de una situación que puede llegar a ser preocupante.

Es una realidad socialmente aceptada. Cuando coges el metro por la mañana para ir a trabajar, casi todo el mundo lleva el móvil en la mano. Algunos pueden tirarse todo el trayecto mirándolo. Lo mismo pasa si coge el bus o el cercanías.

Hay veces que paras en una terraza a tomarte un café y ves grupos de personas sentados en la misma mesa sin cruzar la palabra entre ellos. Cada uno está mirando su propio móvil. Están juntos, pero podrían estar perfectamente separados. Cada uno aislado en una cápsula, el individuo y su móvil.

Prueba a decirle a tu hijo adolescente que por lo mal que se está comportando últimamente, el mes que viene no le piensas pagar la tarifa del móvil, puede ser la catástrofe del siglo. Para algunos jóvenes, estar sin teléfono o que no tenga datos es peor que quedarse sin comer.

Está tan asumida esta situación, que cuando se presentan casos de dependencia, pasan casi desapercibidos. A pesar de ello, los terapeutas de Sinopsis, un centro de tratamiento de adicciones en Girona, afirma que cuando las personas que son adictas a las nuevas tecnologías, y no tienen acceso a sus dispositivos electrónicos, presentan cuadros parecidos a los toxicómanos que no acceden a su dosis habitual: ansiedad, nerviosismo, conductas violentas, etc.

Esta adicción, como sucede con otras, crea un desequilibro en los neurotransmisores del cerebro, haciendo que el individuo se desentienda de cuestiones básicas relacionadas con él mismo y con su entorno.

Un 21% de los jóvenes están en riesgo de convertirse en adictos al móvil.

Un artículo publicado por el periódico La Voz de Galicia subraya que un 1,5% de la población española es adicta a las nuevas tecnologías. Además, un 21% de los jóvenes de nuestro país se encuentra en riesgo a desarrollar fobia a estar sin teléfonos con conexión a internet. La información procede de un informe entregado por la O.N.G. “Protégeles” a la Comisión Europea.

España es el país de Europa que más teléfonos móviles tiene por habitante. En nuestro país hay más de 23 millones de celulares. Un 87% de la población afirma que tiene el móvil en la mano las 24 horas del día. Y un 80% asegura que lo primero que hace por las mañanas nada más levantarse es consultar el teléfono.

El psicólogo Agustín Peralt, experto en desórdenes mentales, señala que un porcentaje bastante alto de adolescentes pasan una media de más de 9 horas diarias, conectados a internet a través de sus teléfonos. Este hecho hace que disminuya su capacidad de concentración y de atención plena.

La situación no solo afecta a nuestro país, es de alcance mundial. Un informe realizado por la Universidad de Hong Kong indica que un 6% es la población mundial dependen, de forma enfermiza, de los aparatos electrónicos. No es una cantidad despreciable, estamos hablando de 435 millones de posibles adictos a las nuevas tecnologías.

Es lo que la universidad china ha dado en llamar “la epidemia silenciosa”. Una realidad que está ahí y que las autoridades no han sabido tomar medidas. No se trata de prescindir de la tecnología, sino de educar y concienciar a la población para que no sea responsable, al tiempo que se tratan los casos de adicción tecnológica como si fuera otro tipo de adicción, como la ludopatía, el alcoholismo o el consumo descontrolado de drogas.

¿Por qué la tecnología crea adicción?

Existen varios estimulantes que hacen que los aparatos electrónicos creen dependencia. Uno de ellos son los estímulos luminosos parpadeantes de las pantallas de los móviles y ordenadores. ¿Te has parado a pensar por qué hay niños pequeños que se enganchan enseguida al móvil de sus padres? Uno puede pensar que es porque ven videos de dibujos animados. Esta es una parte de la realidad, pero no toda. Los destellos luminosos sobreexcitan el cerebro y disparan la dopamina. Es un fenómeno parecido a las luces luminosas de las máquinas tragaperras, que funcionan como un reclamo para los jugadores.

Otro elemento es el efecto de emergencia que crean las notificaciones de las aplicaciones móviles y las redes sociales. En cualquier momento recibes una notificación en el ordenador o en el teléfono y sientes con la necesidad de responderla de inmediato. Es como si algo grave hubiera sucedido que no puedes dejar pasar. Esto genera un estado de alerta permanente, fuertemente adictivo.

Algunos jóvenes, y otros no tan jóvenes, piensan que si no consultan las redes sociales periódicamente es como si estuvieran desconectados del mundo. Han convertido determinadas plataformas de internet en su ventana al mundo exterior. Cuando en realidad, su empleo obsesivo es lo que puede hacer que se alejen del contacto directo con amigos, compañeros y familiares.

Algunas plataformas lo saben y funcionan internamente ofreciendo contenido al usuario para que se pase en la web el máximo tiempo posible. Es el caso de YouTube, que va ofreciendo al espectador videos relacionados con su historial de visionado, para que continúe enganchado, mientras va presentándole publicidad, que es de lo que vive la plataforma.

  ¿Cómo se puede detectar la adicción?

La revista digital Womenshealth recomienda estar atento a las señales. Sobre todo de los adolescentes y preadolescentes. Cada vez los jóvenes disponen de teléfono móvil antes y no disponen de recursos y experiencia para controlar su uso. Estas son algunas de las manifestaciones que despiertan la alerta ante una posible dependencia a las nuevas tecnologías:

  • La Hipervigilancia del teléfono. Cuando la persona necesita revisar las notificaciones y las redes sociales cada cierto tiempo y experimenta placer en ello.
  • Fobia irracional a estar sin teléfono. Esto es cuando el individuo se pone nervioso ante la posibilidad de quedarse sin batería en un momento determinado o pasar unos días u horas sin acceso a internet.
  • Uso del dispositivo móvil en situaciones de riesgo. Sucede cuando el usuario está pendiente del móvil, mientras está conduciendo o cuando camina por la calle. Para él es más importante estar al tanto de lo que sucede en internet que su propia seguridad.
  • Perder la noción del tiempo con el teléfono en la mano. No ser consciente del paso de las horas, ni de tus responsabilidades, mientras estás viendo videos, jugando en línea o siguiendo las redes sociales.

Puede que la persona no sea consciente, pero la adicción a las nuevas tecnologías tiene consecuencias psicológicas y fisiológicas tales como el insomnio, la falta de concentración, la depresión, el distanciamiento social, episodios de ansiedad, cambios de estado de ánimo, etc.

En principio, cualquier persona, si no es capaz de autocontrolarse, puede desarrollar una adicción a las nuevas tecnologías; sin embargo, algunos psicólogos señalan que es más frecuente en personas con un perfil determinado, como individuos con la autoestima baja o con una necesidad excesiva de aprobación.

Ya hemos hablado de ello, pero un sector de la población especialmente sensible a esta dependencia son los más jóvenes, debido a que estamos poniendo en sus manos herramientas de comunicación e información complejas, y no tienen la suficiente madurez mental para controlarlas.

Es algo parecido a lo que sucede con la experimentación con las drogas y el alcohol. Es tal sus ansias por descubrir nuevos horizontes y de satisfacción inmediata que no son capaces de poner límites.

Pautas de los padres para prevenir la dependencia.

En este sentido, los padres pueden promover una serie de comportamientos para prevenir que sus hijos caigan en la adicción. La solución no es prohibirles el uso de dispositivos electrónicos, ni arrebatárselos bruscamente. Esto puede tener un efecto contraproducente. Si al joven le prohíbes un comportamiento, puede sentir la necesidad imperiosa de saltarse la prohibición.

Por tanto, lo que hay que hacer es promover otras prácticas. Reforzar las relaciones con familiares, amigos, grupos de ocio, y fomentar el contacto físico por delante del digital. El abuso de las redes sociales, por ejemplo, tiende a crear relaciones sociales imaginarias. Alguien que te sigue por Instagram no es un admirador tuyo, y un amigo del Facebook no es tu amigo. No van a estar ahí cuando las cosas se pongan mal.

Es interesante fomentar actividades culturales y de ocio. Como acudir a conciertos de música, ir al cine, salir de marcha una noche con los amigos, visitar museos, etc.

En esa dirección es bueno estimular relaciones de grupo. Desde practicar algún deporte, inscribirse a alguna actividad que nos guste o practicar el voluntariado.

Si es necesario reducir el uso de internet mejor pactarlo como personas maduras. Llegar a un acuerdo sobre el horario de uso de la consola, el ordenador o el móvil, y que la persona afectada lo acepte.

No nos olvidemos nunca que las tecnologías pueden crear adicción y que cuando eso sucede, se convierte una enfermedad.

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