Según la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) entre un 10 y un 20% de los niños padecen algún trastorno psicológico a lo largo de la infancia. Algo que puede afectar su desarrollo. No es un tema baladí. Intentamos arrojar algo de luz sobre este tema.
Los niños tienen la paradoja de que son vulnerables y fuertes al mimo tiempo. Necesitan un entorno en el que se sientan queridos y protegidos y demuestran una capacidad asombrosa de adaptarse a los cambios.
Se aprecia en muchos niños en los que sus padres se separan. Reaccionan de una forma más natural de la que se esperaba. Como si comprendieran la situación. Lo que sí quieren es no perder el contacto con ninguno de los progenitores. También se ve en aquellos niños que tienen que cambiarse de localidad por alguna circunstancia que afecta a la familia. Sobrellevan el cambio con más facilidad de la que nos imaginábamos.
Los niños, por otro lado, son especialmente sensibles. Cualquier problema se puede agrandar en su cabeza y causarles tristeza o ansiedad. Los psicólogos infantiles de Animus, un centro de psicología situado en Madrid, nos explican que tenemos que aprender a entender las señales. Un cambio de comportamiento en clase, las rabietas o la apatía puede esconder una preocupación. Algo que si no se ataja a tiempo les puede conducir a un trastorno psicológico, en ocasiones pasajero, y otras veces que perdura en el tiempo.
No me gusta ser alarmante en este tema. La clave para saber cómo se sienten nuestros hijos es mantener una comunicación fluida con ellos. En ocasiones les cuesta gestionar sus emociones o comprender la realidad, pero para eso estamos nosotros, los padres, para ayudarlos.
Si nuestro hijo pasa una temporada en la que está triste o se muestra muy agresivo, no tiene por qué pasar nada, pero lo cierto es que, tal y como señalan las autoridades sanitarias, los trastornos psicológicos en los niños existen. Si aparecen hay que saber cómo abordarlos. Estos son los problemas psicológicos más frecuentes en la infancia.
Trastornos.
Comenta el Doctor Jordi Sasot, psiquiatra infantil de Barcelona, en un artículo publicado en la revista Top Doctors, que la tipología de los trastornos psicológicos va variando a lo largo de la edad. Así, entre los 0 y 5 años son frecuentes los retrasos en el habla y ciertos trastornos de conducta.
Entre los 6 y los 11 años es la época en la que se suele manifestar la dislexia y el T.D.A.H., Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad. De los 12 hasta los 18 años es más frecuente la ansiedad y la depresión. En cuanto al género, los niños son más propensos a padecer trastornos en el desarrollo, mientras las niñas son más dadas a sufrir ataques de ansiedad a cualquier edad.
Comentamos a continuación los síntomas de algunos de estos trastornos:
- Ansiedad: La ansiedad es una reacción nerviosa descontrolada que se manifiestan ante un peligro, que el niño percibe de forma exagerada. En la infancia puede tener diferentes manifestaciones. Ansiedad de separación, el niño tiene miedo a estar separado de los padres; ansiedad social, miedo a ir a la escuela o lugares en los que hay muchas personas; fobias, a los insectos, a la oscuridad, a ir al médico; o trastornos de pánico ante una situación novedosa que le genera estrés.
- Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad. El T.D.A.H. es un cajón clínico en el que se incluyen una gran variedad de trastornos nerviosos, neuronales y mentales que se manifiestan, entre otras cosas, en la dificultad del niño para centrar su atención en un objeto o en una actividad. En ocasiones, el niño se siente muy nervioso y tiene la necesidad de estar moviéndose constantemente. Es cuando se dice eso de que el niño no pude estarse quieto. Este síntoma no se da en todos los casos.
- Trastorno de Oposición Desafiante (T.O.D.) Es un trastorno que se manifiesta entre los 8 y los 12 años. Consiste en cuestionar continuamente la autoridad de los adultos. El niño se muestra enfadado y tiende a perder los estribos con facilidad. Discute cualquier orientación que se le dé, no es necesario que sea una orden, basta con que sea una recomendación. Suele ser especialmente aprensivo y tiende a molestar a los demás. Detrás de este comportamiento suele haber alguna cosa con la que no está de acuerdo o que no comprende. Al no verbalizarse, manifiesta su descontento de una manera patológica.
- Trastorno de estrés postraumático. Si el niño ha vivido alguna situación desagradable, que le ha dejado marcado, se puede manifestar en una serie de situaciones o conductas recurrentes como sufrir pesadillas, irritabilidad, ataques de rabia, sentimientos de miedo, tristeza, tendencia a evitar lugares y personas relacionados con el hecho desencadenante, etc.
Existen más trastornos como el trastorno obsesivo-conductivo, la depresión o los llamados Trastornos de Desarrollo de la Conducta. Es importante cuando apreciamos un cambio en la conducta de nuestro hijo, no menospreciarlo y barajar la posibilidad de acudir a un profesional.
¿Cuándo hay que buscar ayuda?
Dice el Doctor Jordi Sasot que una de las razones por las que los niños no son diagnosticados a tiempo se debe a que los padres confunden determinadas señales que alertan de un trauma psicológico con problemas de madurez. Si el niño coge rabietas ya se le pasará cuando se haga mayor, piensan los padres. Si está enfadado tiene dos trabajos, enfadarse y desenfadarse. Los padres tendemos a considerar normales determinadas reacciones de nuestros hijos, cuando el comportamiento normal de un niño sano es tener ganas de reír y jugar.
Se supone que nosotros somos quien mejor conocemos a nuestros hijos. Podemos distinguir cuando una reacción anómala tiene una causa justificada y cuando no. Y desde luego, podemos valorar cuando se extiende en el tiempo. Ante cualquier señal extraña es recomendable buscar ayuda profesional. Como mínimo nos ayudará a esclarecer la situación.
Los padres tenemos el problema de que no nos gusta que nos digan que nuestro hijo tiene un problema psicológico o mental. Es como si nos dijeran que está loco o que es diferente a los demás niños, diferente en sentido negativo. No querer ver la realidad no resuelve los problemas, al revés, los puede agravar.
El bullying y la salud mental.
La web oficial de la campaña Stop Bullying asegura que el acoso escolar tiene efectos sobre la salud mental de las víctimas y de una parte de los testigos. Los desórdenes mentales que se sufren en la infancia tienen su base en el entorno, las experiencias del niño, cómo las asimila y cómo se relaciona con ellas. El entorno escolar, que después de la familia es el hábitat natural del niño, pues es el lugar donde pasa la mayor parte del día, influye de manera decisiva en su estado psicológico.
Los niños que ha sido víctima de bullying son más propensos a sufrir depresión, ansiedad y baja autoestima que el resto de los niños. En algunos casos, tienden a evitar la escuela y cuando están en ella buscan estar solos. Tienen tendencia al aislamiento y suelen ser unos niños tímidos, retraídos e introspectivos.
En mi opinión, es bueno que los niños cultiven su mundo interior, que desarrollen su imaginación, que pasen tiempo, si quieren, jugando solos; pero también es fundamental que dispongan de un entorno social de niños de su edad con los que relacionarse. Es un aspecto importante para que crezcan sanos y felices.
Ciertos estudios señalan que los niños que han sido testigos de casos de bullying llegan a experimentar ataques de ansiedad. Episodios de pánico causados por el miedo a recibir represalias, por su pasividad o bien a culpabilizarse porque quisieron intervenir y no lo hicieron.
Para estos niños, estos sucesos representan toda una contradicción. Por un lado, observan algo que no está bien y, por otro, para atajarlo tiene que propiciar un conflicto y enfrentarse al grupo de acosadores. La mayoría de las acciones de bullying las realiza un grupo contra una persona. Aunque el instigador haya sido un individuo, suele contar con un grupo que participa la acción o que la apoya, jaleándola.
El niño que lo observa se encuentra inmerso en una situación complicada. No sabe bien cómo actuar, lo que le crea contradicciones entre sus pensamientos y sus hechos.
Un consejo para los padres.
Para prevenir los trastornos psicológicos en los niños, o sencillamente, para que crezcan en un buen entorno, es necesario que los padres busquen tiempo para estar con sus hijos. Que creen un ámbito de confianza con ellos, donde los niños puedan manifestar libremente sus opiniones y preocupaciones. El juego y las actividades artísticas son un buen medio para que los niños se expresen.
No debemos mostrarnos represores con ellos, ni censurarles sus conductas. Es mejor comprender por qué el niño se comporta de determinada manera, ayudarle a resolver sus contradicciones y canalizar sus energías negativas hacia algo constructivo.
Los niños son seres humanos, y como tales, tienen su propia salud mental y psicológica. No podemos vivir de espaldas a ella.