A todos nos preocupa nuestra imagen, ¿no es así? A la gente le gusta acudir presentable a los sitios que considera de más interés. En una sociedad como la actual la imagen que de nosotros mismos desprendemos habla por sí sola y somos nosotros mismos los y las que la podemos orientar y controlar a través de elementos como la estética, los cosméticos o, simplemente, nuestro pelo.
Sin embargo, hay quien padece complejos. Acomplejarse no resulta nada positivo en ninguno de los casos, porque la seguridad en uno mismo es tremendamente importante y, de esta manera, esa seguridad se pierde. Es bastante triste darse cuenta de que, por desgracia, muchas de esas personas que se acomplejan y que pierden esa seguridad lo hacen debido a que sufren algún tipo de discapacidad.
Os contaré la historia de una gran amiga que tengo desde la infancia. Ella se llama Alicia y actualmente tiene 25 años. Desde que era muy niña, Alicia fue una chica tremendamente alegre. Le gustaba reír y disfrutar de la vida y de su gente. Era una chica guapa, con estilo y que casi siempre se sentía muy segura de sí misma. Como consecuencia, casi todo lo que se proponía lo terminaba consiguiendo.
Sin embargo, su vida comenzó a cambiar progresivamente a medida que iba perdiendo audición en su oído izquierdo. Que sucediera esto trajo secuelas para ella. Empezó a dejar de tener ese estilo y ese rollo que siempre nos había mostrado. Además, dejó de salir y la alegría que antaño desprendía se convirtió en dejadez y en desilusión. Todos sus amigos intentamos animarla, pero la depresión en la que Alicia había caído era tan profunda que ninguno de nosotros fue capaz de levantarle el ánimo.
Sus padres se dieron cuenta de que algo tendrían que hacer. Hablando con ellos en una ocasión, me comentaron que estaban pensando en comprar un audífono para su hija, para que recuperara su audición habitual y para que saliera, aunque fuera poquito a poco, del estado en el que había caído. Les hablé de una página web, www.gaesivsordera.es, que era a la que recurrimos cuando quisimos comprar un audífono para mi abuelo.
Agradecidos, los padres me dijeron que me mantendrían informado de todo. Pasados unos días, me llamaron diciéndome que, efectivamente, habían decidido comprar un audífono para Alicia y que ésta por fin parecía estar dando carpetazo a sus problemas ya que poco a poco empezaba a acostumbrarse y el aparato cumplía su función perfectamente. Al parecer, ya escuchaba todo a la perfección, como antes de que hubiese empezado a perder audición.
“¡Estupendo!”, exclamé, alegre. Era sin duda una noticia perfecta. Teníamos la posibilidad de recuperar a la Alicia de siempre y, por ello, era la hora de animarla a que recuperara el hábito de salir y de volvernos a mostrar su estilo personal de siempre.
Alicia volvió a ser la misma
Lo confieso: no fue fácil. Pero lo fuimos consiguiendo poco a poco. Alicia empezó a salir de nuevo. Fue perdiendo los complejos que le habían ocasionado el portar un audífono y comenzó a mostrar de nuevo los galones de los que siempre había hecho gala. Vestida y maquillada como a ella le gustaba, ganó y ganó más seguridad y terminó por ser ella misma. Otra vez.
Nuestra alegría y la de los padres no podían ser para menos. Alicia había superado el trance y volvía a ser una de las nuestras. Ese audífono, ese pequeño aparato que había adquirido de www.gaesivsordera.es, cambió de nuevo su vida hacia el lado que todos los que la conocíamos queríamos. Ahora, nada ni nadie puede frenarla en la consecución de sus aspiraciones y metas personales.