En muchas ocasiones, de forma repentina, sentimos la necesidad de atacar la nevera. Un hambre incombustible nos acomete incitándonos generalmente a comer alimentos menos saludables. Cuando esto nos sucede, que nos sucede a todos y todas, en algún momento de la vida, solemos decir que tenemos ansiedad.
Así es, la ansiedad nos lleva a ingerir alimentos de forma más compulsiva de lo habitual para engañar al cerebro y hacer que se sienta mejor. Pero ¿por qué la ansiedad nos conduce a ello? Es fácil que a veces se piense en falta de voluntad. Debilidad ante los caprichos o cosas similares.
Cuando alguien come más de la cuenta o de manera un tanto voraz, nos sorprende y si nos dice, “tengo ansiedad”, a veces entendemos. Otras veces tendemos a pensar que es una mera excusa para comer sin parar.
Realmente lo que debíamos hacer es prestar atención a ese síntoma inequívoco de que algo pasa en la cabeza de esa persona. A veces ocurre, que las costumbres alimentarias vienen condicionadas por los estados de ánimo. Una mala gestión emocional puede conducir a esa ansiedad por comer de forma impulsiva.
Como nos comentan los amigos de PSI, expertos en psicología, la ansiedad en su justa medida es positiva, al igual que el miedo. Sin embargo, cuando se descontrola y nos hace tener conductas diferentes, hay que tomar medidas.
No solo existe un tipo de ansiedad. Son varias las causas que la generan y en función de la causa, se determina el tipo. Así como los grados pueden ir de leve a grave. Todo depende de la persona y su capacidad para gestionar las emociones.
Que es la ansiedad realmente
En pocas palabras, la ansiedad es un sentimiento de miedo. La incertidumbre, el temor a los acontecimientos y la inquietud que generan, puede inducir estados de ansiedad. Es normal sentir ansiedad ante determinadas situaciones o circunstancias como por ejemplo un examen o una entrevista de trabajo.
Cosas que se escapan a nuestro control y no podemos manejar de primera mano. Esos miedos que nos hacen temblar o sudar, pero que desaparecen una vez pasa la situación, son positivos. El miedo y la ansiedad, son emociones adaptativas que resultan de situaciones que hay que solventar. Pueden impulsar y ayudar a la resolución de la situación que genera el sentimiento.
Por ejemplo el miedo a un oso te hará correr para huir de él; el temor a pasar a un examen, ayudará a una mayor concentración para resolver las cuestiones.
Teniendo esto en cuenta, ya sabemos que la desagradable ansiedad, en realidad, no es tan mala. Eso sí, cuando es de forma puntual y en determinadas situaciones. Por norma general, es controlable y desaparece pasada la situación.
No obstante, en muchas ocasiones, la ansiedad se convierte en compañera inseparable de las personas. Esa es la que te hace comer de forma impulsiva, o sufrir continuamente por cosas que no han pasado.
Esa, hay que evitarla y si no es posible. Poner remedio y buscar ayuda.
Signos y tipos de ansiedad
Lo que convierte a la ansiedad en algo negativo es la continuidad de la misma. Si todo te asusta o preocupa continuamente haciendo que te sientas mal y tus conductas se modifiquen de algún modo, eso no es saludable.
Hay personas que pasan el día dando vueltas en su cabeza a cosas que pueden pasar pero no tienen porque. Imaginan situaciones horribles y pasan en día angustiadas. Esta es la palabra clave: angustia. La ansiedad, genera esa desagradable sensación.
En cuanto a síntomas psicológicos, encontramos esa preocupación desorbitada en relación con el hecho en sí o ante acontecimientos que no han pasado. Pensar en algún problema y sus posibles y nefastas soluciones. Tener una percepción sobre algo de forma amenazante cuando no es así. No soportar la incertidumbre y sentir ansiedad cuando algo se nos escapa. Indecisión ante la toma de decisiones por miedo al fracaso. Incapacidad para relajarse o apartar pensamientos preocupantes. Falta de concentración.
Todos estos factores mentales, indican que la ansiedad se está apoderando de nuestra psique. Este tipo de pensamientos mantienen a la persona en un estado de perpetua angustia.
Físicamente, la ansiedad también nos deja algunas señales evidentes. Fatiga, trastornos del sueño o tensión muscular que se traduce en dolores. Temblores en el cuerpo o agitación. Nerviosismo y un estado de alerta que conlleva sobresaltos ante cualquier pequeño hecho. Sudores, independientemente de la temperatura o malestar intestinal o digestivo. Y por supuesto, irritabilidad y sensibilidad ante cualquier estímulo externo.
Estos signos tan identificables, suelen ser comunes a todos los tipos de ansiedad. Es el grado de la misma el que puede determinar la aparición e intensidad de los mismos.
Son las causas en sí, las que determinan los tipos de ansiedad.
Así, los ataques de pánico con una ansiedad extrema, que se dan de forma repentina, aguda y se repiten en el tiempo, se consideran dentro del trastorno de pánico. Entre uno y otro ataque la persona no está tranquila, siente preocupación y temor a que se suceda el ataque. Como una pescadilla que se muerde la cola.
Cuando la persona siente angustia ante los espacios cerrados donde pueden darse situaciones de peligro, se habla de agorafobia. Este trastorno de la ansiedad, puede hacer que la persona que lo padece no salga de casa.
Aquellos que temen la exposición social por temor a ser juzgados y ser infravalorados, padecen fobia social.
Casi todas las fobias. Dado que la fobia es un miedo exacerbado ante cosas concretas, todas generan ansiedad. Suelen darse fobias a varias cosas en una persona. Cuando se expone a ella, emerge la ansiedad.
En casos muy extremos, el trastorno de la personalidad generalizada, engloba a todos aquellos que sufren de ansiedad por diversas causas. En estos casos el nivel de ansiedad no es tan elevado o como en otros, pero si es un sentimiento de angustia constante.
En niños o niñas pequeños, suele darse ansiedad por separación. Esto sucede cuando se separan de sus padres o de las personas con las que tienen apego.
Son muchas las causas que producen ansiedad. Por eso ante la mínima sospecha de que la ansiedad pueda comernos, debemos tomar las medidas oportunas. Es buscando ayuda para poner remedio donde podemos por fin comernos la ansiedad.